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Una forma de jugar

  • Foto del escritor: moniquenica
    moniquenica
  • 22 abr 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 14 sept 2021

Hay veces que tenemos que engañarnos para sobrevivir al aburrimiento.

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Siempre me ha gustado mentir, no podría justificarse con que mis mentiras son piadosas pues no son dichas con el fin de hacer sentir mejor a alguien, pero tampoco son dañinas pues no hacen mal ninguno menos el que puedan hacerme a mi misma si me pillan.


Simplemente miento porque la realidad a veces es demasiado aburrida. ¿Por qué decir la verdad si puedo decir una mentira mucho más interesante?.


Cuándo era pequeña y me preguntaban en la escuela mis profesores, ‘’¿Qué has hecho este fin de semana?’’ yo decía ‘’Pues me he ido de viaje’’.


Luego llegaba a casa y le decía a mi madre ‘’He dicho que nos hemos ido de viaje este fin de semana’’ y ella me decía ‘’¡¿Pero por qué mientes?!’’ y yo me encogía de hombros y seguía con mis cosas como si eso ya no fuera mi problema.


La verdad es que mis historias siempre eran bastante creíbles, no exageraba, estaban realmente bien elaboradas, era experta en inventar mentiras creíbles y si se quedaba algún cabo suelto me ocupaba de atarlo cuanto antes.


Si la gente me creía era porque muchas veces no tenía sentido mentir, la verdad y la mentira eran igual de insustanciales, mentía porque inventar una historia era más divertido que relatar algo que ya había ocurrido, todo era pura creatividad, una forma de jugar.


Con los años, he seguido mintiendo y he conseguido con ello ser un pilar más en la sociedad, realmente he llegado incluso a darme cuenta de que todos mentimos en menor o mayor grado y cada uno con sus propios motivos y beneficios. El mío empezó por un acto creativo y terminó por ser también un motivo de adaptabilidad.


Cuándo trabajo en una oficina de lunes a viernes tengo que ser aplastada en el metro, veré al señor grande y calvo de siempre que se airea con un ventilador azul claro a pilas demasiado pequeño en proporción con su tamaño. Siempre que le veo me pregunto si conseguirá airearse algo más que la punta de su nariz con ese trasto.


Más tarde llegaré a una oficina donde seré congelada por el aire acondicionado y atenderé llamadas de clientes de mal humor probablemente por haber sido también aplastados y congelados.


Mi mentira allí es ser una persona que no soy, no es que invente episodios de mi vida como hacía de pequeña, miento en todo.


Repito gestos y palabras de otras personas y veo el efecto que crea en ellos, si me gusta la reacción lo guardo en mi repertorio de palabras y gestos inventados.


Algo que funciona muy bien es decir ‘’¡Que tengas un buen día!’’ o ‘’¡Qué bien te sienta esa camiseta’’. Se podría pensar que lo hago para crear una mejor imagen de mi misma, pero en realidad la imagen que perciban otros de mí me da igual, lo hago solo por actuar.


A veces mentir agota, y puedo llegar a casa siendo realmente desagradable, pero vivo sola y a mis veinte cuadrados de casa no les importa.


Hay días que mi mentira decae y se me olvida saludar por las mañanas, mis compañeros se acercan preocupados y me preguntan que me ocurre, a ver cómo les explico yo que soy así realmente, que ser feliz y amable es agotador y que solo estoy descansando un rato.


 
 
 

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